Hace poco cayó en mis manos un libro cuyo título me encandiló, animando mi imaginación a pensar posibilidades y acepciones distintas a esas breves palabras: "Semáforos en rojo". Sospechando que nada tenía que ver con el tráfico, me imaginaba un relato en el que las prohibiciones o las normas determinaran la vida de un personaje protagonista cuyas memorias nos ofrecía su autora, Macu Armisén.
Como suele ocurrir -y menos mal que así es- cuando te acercas con curiosidad a un libro del que no tienes más pistas que su título, me quedé impactado y "abducido" tras comenzar a leer sus primeras páginas. Y esa poderosa droga, que es la mente inquieta de un autor, me atrapó... o mejor dicho, me dejé atrapar por ella, me entregué al sosegado discurrir de sus páginas.
Es uno de los libros más atrayentes que he leído, uno de los que más me han hecho pensar, de los que me han interpelado sin violencia, con tacto, como si de un susurro se tratara.
Es posible que todos nos sintamos protagonistas de una novela cuando sus personajes nos llevan de la mano tras de ellos, o dentro de ellos, porque quizás todo lo que leemos en un libro está ya escrito antes dentro de nosotros mismos, sin palabras, sin personajes o tramas; y en un momento mágico, especial y único se nos aparece ante nuestros ojos con tan sólo mirar nuestra vida "desde fuera" o alejándonos de nuestro interior hasta sentirnos cerca, cerquísima de él, de nuestro propio yo y de las experiencias y sentimientos que recorren el largo o corto pasillo de nuestra existencia.
¿Cuántas veces nos hemos sentido tentados a "saltarnos" un semáforo en rojo? Es la pregunta que nos plantea Macu, su autora, utilizando esta señal luminosa universalmente conocida como metáfora de las encrucijadas que hemos atravesado en nuestra vida de forma inconsciente o -lo que es más osado- voluntariamente.
¿O por qué nos paramos ante aquel semáforo en rojo que tuvimos ocasión de burlar? Yo me he sentido Catalina, su protagonista, he deseado en no pocos momentos del libro serlo, he soñado volver a aquellos puntos de mi vida en los que me detuve ante la luz roja de mis propios semáforos... pero -y quizás éste sea el mejor colofón de esta pequeña novela- es posible que, a pesar del camino andado, del tiempo esperado, de las pérdidas atesoradas... todavía pueda saltar quién sabe si mi último semáforo en rojo para ser de una vez yo mismo.
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