jueves, 12 de febrero de 2009

Madre en solitario

Ayer volvía a casa del trabajo. Caminando por la calle oí, tras de mí, a alguien que preguntaba en voz alta: ¿Qué le pasa, mujer? Me volví y vi a un joven que hablaba con una mujer que estaba llorando. Me acerqué a ellos y escuché cómo la joven mujer, sin parar de llorar, nos explicaba que su hijo de 12 años se había marchado de casa por la mañana temprano sin dejar rastro y ella no sabía ya dónde buscarle.
Estaba muy apurada, desesperada. Tanto el joven como yo intentamos tranquilizarla, pero ella seguía llorando. Parece ser que el día anterior había discutido con el hijo, porque éste le había intentado falsificar su firma en las notas. Esa mañana -nos contó- ella le levantó a las 7 de la mañana para que estudiase, porque el niño tenía un examen. Volvió a su cama para rascar un poco más de tiempo de sueño, y cuando se levantó definitivamente a las 8 el hijo no estaba en casa; y no se había llevado nada del instituto, ni los libros, ni la mochila.
Le preguntamos si había puesto el hecho en conocimiento de la policía, a lo que nos contestó afirmativamente; pero hasta que no pasan 24 horas la policía no lo considera desaparición.
Yo, por todos los medios, intenté quitarle importancia diciéndole que tengo tres hijos y que alguna vez nos dan sustos de estos, que el niño estaría resentido con ella por la regañina del día anterior, pero que se le pasaría pronto y volvería a casa... ella me escuchaba en silencio, pero no dejaba de llorar mientras sujetaba con fuerza una pequeña foto del chico en sus manos.
Una vez en casa me puse a recordar la escena y a "repasarla" mentalmente. Muchas veces hago esto, porque recuerdo detalles, matices de las cosas, y me hago mis propias reflexiones, como ahora estoy intentando hacer.
Lo primero que se me vino a la cabeza es la actitud del joven que la paró en la calle para preguntarle porqué lloraba. Era un hombre de unos 28 ó 30 años, con pinta de "macarrilla" de barrio. El se ofreció a hablar con los chicos del barrio que viera y a preguntarles por Alexis (así nos dijo la mujer que se llama su hijo), le tranquilizó y se ofreció a ayudarle en lo que fuera... Después me percaté que quizás unas cuantas personas de las que transitaban por la acera en ese momento vieron también a esa mujer desesperada y triste, pero solamente este chico se detuvo y se interesó por ella... En una sociedad como la nuestra en la que por las "pintas" etiquetamos a las personas enseguida, fue precisamente un chico "macarra" el que salió de sí mismo para ayudar a otra persona... gran lección.
También pensé en la joven madre, vi la tristeza y la desesperación en sus ojos llorosos, vi su dolor. Pero también nos dejó entrever más cosas: una mujer latina, seguramente una de muchas madres-inmigrantes-solas-trabajadoras, con horarios dilatados y vida austera para sacar adelante a la familia... una madre a la que le gustaría poder dedicar más tiempo a sus hijos, pero que tiene que trabajar y luchar duro para cubrir el mes... pero, ante todo, una madre con el dolor en su rostro, con las marcas de la ausencia de su hijo, con las "carnes" abiertas y el corazón encogido, con miedo, vulnerable... el amor de una madre por su hijo Alexis que ya no estaba; con el sabor amargo de la culpa por la regañina del día anterior.... ¿qué más cosas llevaría esa pobre chica dentro? ¿cuántas como ella son pequeñas heroinas del sobrevivir diario sin ayuda, sin pareja, sólo con su ánimo y sus sueños, alejadas del resto de su familia, quizás también de otros hijos que quedaron en su lejano país? Todas madres, al fin y al cabo... sólo eso, MADRES.

lunes, 2 de febrero de 2009

La vida corre deprisa

Te tenía ya un poco abandonado, mi blog. Hay veces que la vida se me escapa de las manos como si fuera agua que quisiera atrapar entre mis dedos. Y no me queda -¿o no me lo doy?- un breve espacio de silencio para escucharme a mí mismo. Hoy la vida me sabe a humedad, a viento suave, a color violeta... y al fondo, desdibujado, mi yo casi imperceptible, se confunde con la lejanía.