jueves, 17 de febrero de 2011

Instalados en la resignación

Resignación. Parece que esta es la nueva práctica a la que estamos abocados cada día como ciudadanos y como personas.
El Diccionario admite tres acepciones de la palabra, de las que me quiero centrar en dos. La primera la define como "entrega voluntaria que alguien hace de sí poniéndose en manos y voluntad de otra persona". la segunda dice: "conformidad, tolerancia y paciencia en las adversidades". El punto de partida de mis palabras tiene que ver con la primera de las acepciones.
¿Qué nos está ocurriendo? Si miro a mi alrededor, veo que esta especie de "fatalismo" impotente se ha convertido en nuestra sociedad en una habitual práctica, sea cual sea el ámbito al que apunte. Así, si hablamos de la crisis económica a la que nos hemos visto arrojados, no se nos plantea otra solución por parte de todos los políticos y mandatarios que la resignación ante la pérdida de derechos sociales, laborales y económicos dictada por los "gurús" de los... "mercados" y repetida hasta la saciedad como única fórmula de salida . Ahora bien, dejando claro que esas "medidas de ajuste" (eufemística manera de definir la conculcación de derechos) han de ser aplicadas específicamente a la clase trabajadora.
Pero esta actitud de resignación va más allá de lo económico. Porque en la práctica, y observando con atención, la veo presente también como respuesta a la explotación laboral, al abuso y menoscabo de nuestros derechos como consumidores, al machismo todavía latente en tantas situaciones, al deterioro irreversible del medio ambiente, a la manipulación mediática y, por último, a la sola posibilidad de contestación ante lo impuesto.
Definitivamente, esta "doctrina" se ha instalado en el subconsciente colectivo de nuestra sociedad cual medicina para afrontar el dolor, la impotencia, la rabia y las ganas de cambiar.
Reivindico desde este rincón mi derecho al antónimo, y ante la resignación impuesta, teñida del frío color individualista, prefiero la sublevación o la rebelión, pintadas con el cálido color de lo colectivo.